De acuerdo a José María Arguedas (1975), el mito fue contado por Juan Caleto y recogido por el antropólogo Alejandro Ortiz Rescaniere a inicios de los años 60 en la comunidad de Vicos, distrito de Marcará en la provincia de Carhuaz, región Áncash. Ortiz no conocía el quechua y la versión que publicó fue realizada con las características de las ‘narraciones orales’. Aquí la versión sinteizada por Arguedas y luego la que figura en el libro Educación y cultura popular: ensayo sobre las posibilidades educativas del folklore andino editado en 1980.
ADANEVA
(Síntesis de Arguedas)
Adaneva creó la humanidad antigua. El hombre antiguo hacía caminar a las piedras con azotes, como los ñawpas de Q’eros. Fueron hombres de fuerza descomunal. El dios Adaneva logró tener relaciones con la Virgen de las Mercedes (Mamacha mercedes) y la abandonó cuando ésta quedó encinta. El hijo de Adaneva y la Virgen fue Téete Mañuco (padre Manuel). Téete Mañuco, cuando llegó a ser mayor, destruyó a la humanidad antigua haciendo caer sobre el mundo una lluvia de fuego. Pero esa humanidad no está completamente muerta, cuando alguien pretende cazar pumas o zorros, que fueron el ganado del hombre antiguo, se oyen en el campo grandes voces que protestan. Extinguida la primera humanidad, Téete Mañuco hizo la actual y la dividió en dos clases: indios y mistis (“blancos”, la casta dominante). Los indios para el servicio obligado de los mistis. Creó también el infierno y el cielo. No hay hombre exento de pecado. El cielo es exactamente igual que este mundo, con una sola diferencia: allí los indios se convierten en mistis y hacen trabajar por la fuerza, y hasta azotándolos, a quienes en este mundo fueron mistis. La división de la humanidad en dos clases fue establecida por Dios y será eterna, porque Téete Mañuco es inmortal, puesto que todos lo años muere un día viernes y resucita el sábado. Se renueva año tras año.
Comentario de Arguedas: Sigue leyendo