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> Árbol de Cebil (Anadenanthera colubrina al pie del cerro San Bernardo.
Fuente del Extracto:
Fernando Cabieses. (1998). Las Siete Ñustas de Wiracocha. III Congreso Chileno de Antropología. Colegio de Antropólogos de Chile A. G, Temuco.
El llanto del sacerdote
Los sacerdotes lloran en muchas de los ceramios del Antiguo Perú. Abundantes lágrimas corren por sus carrillos en Tiahuanaco, en Chancay, en Chiribaya, en Nazca y en Chavín. Chorros de mucosidad salen de las narices de las efigies pétreas de los hombres-jaguar. Y en las tumbas, desde Huaca Prieta, hay tabletas de rapé y tubos para insuflar los polvos mágicos en las narices santas, y recipientes y morteros y pinceles y las vainas leguminosas pintadas en las vasijas ceremoniales. Los sacerdotes lloran. No es que lloran para simular la lluvia que no llega. No es que se pintan lágrimas para impresionar a humanos y deidades. Lloran, lloran de verdad como lloran hoy los jíbaros y los yanomami en las selvas olvidadas. Lloran mientras los irritantes polvos absorbidos por la nariz los transportan a los cielos ocultos de las deidades de la jungla. Los sacerdotes lloran.
Cuando los españoles llegaron al Caribe y a las costas septentrionales de Sudamérica, encontraron que los naturales utilizaban unos polvos que inhalaban por la nariz para llevar a cabo sus ceremonias mágicas. Las noticias más tempranas del uso de esos polvos con fines alucinatorios provienen de observaciones hechas poco tiempo después del primer viaje de Colón. Escritos que datan de 1496, revisados cuatro siglos más tarde por Safford, nos revelan que los que tomaban de estos polvos por la nariz… “perdían la conciencia y veían las cosas de cabeza y a los hombres caminando cabeza abajo”… Fue precisamente este autor quien identificó que la fuente de la cohoba, el rapé estupefaciente de la Isla Española (Sto. Domingo), era una planta, la Piptadenia peregrina, que había sido clasificado botánicamente desde 1841 por Bentham. En el Perú, diversas fuentes del siglo XVI y XVII nos hablan de la “Willca”, una substancia alucinógena cuya preparación y uso no fue nunca descrito con exactitud, evidentemente por su empleo secreto dentro del ocultismo que sepultó mucho de la magia indígena durante la “destrucción de idolatrías”; pero fue Max Uhle, en 1908, quien indicó la presencia arqueológica de un rapé alucinatorio en la cultura Tiahuanaco. Mayores evidencias han ido siendo acumuladas en la iconografía nazca y moche donde las vainas de leguminosas forman parte de las imágenes de animales mágicos como el jaguar, la serpiente y el cóndor. Tanto en la fina pintura moche, donde las vainas leguminosas aparecen decorando la piel de felinos y cóndores, así como de las serpientes bicéfalas y de los monstruos marinos, como en la pintura nazca donde los sacerdotes aparecen llevando en una mano un fruto· de Brugmansia sanguínea y en la otra un manojo de vainas leguminosas. No son agricultores con frijoles y ají. Son sacerdotes con willka y misha, y a mucho honor. Y, para un naturalista que tiene ojos de ver, los picaflores que llevan en el pico una vaina de leguminosa no lo hacen para formar su nido, sino para simbolizar la profunda relación del vuelo alucinado con ese tipo de leguminosas. No es que a los picaflores nazca les gustase comer frijoles ¡simplón!